lunes, 17 de febrero de 2014

Entre el silencio y el Whatsapp, el hilo musical


La cirugía cambia. Probablemente poco más quede por hacer en campos como la escasa agresividad de nuestras intervenciones, las altas precoces y otros campos que cambiaron tras la llegada de la laproscopia. Hoy la atención se centra en otros aspectos y uno de ellos, trascendental, es la seguridad del paciente. Se están desahogando mecanismos de verificación o check-list, con el objeto de reducir los errores con una medida muy sencilla. Hay otros campos para mejorar la seguridad dentro del quirófano. Se está investigando, por ejemplo, por qué la probabilidad de tener una complicación está relacionada con el día de la semana en que uno se opere: quien pase por el quirófano un viernes tiene menos posibilidades de sobrevivir con bien a una intervención quirúrgica. Pero esto serán temas para artículos futuros.

Hoy me gustaría comentar un tema que últimamente ha llamado la atención de muchos cirujanos. Desgraciadamente, hay veces que el quirófano parece el desfile del día del orgullo gay, por el ruido ambiente que hay. Los anestesistas despotricando con su enfermera porque no funciona el sensor de la tensión arterial, por lo que no deja de sonar una chirriante alarma, mientras el titular se estudia por los cascos la declinación de los artículos indeterminados en alemán. El mecánico está cambiando la botella de CO2 que debió revisarse antes de empezar la operación, riéndose con el celador (del atleti) de la cara de los del Madrid tras caer en la final de copa por 6-1. La instrumentista explicando a la alumna cómo se monta la tijera. En ese momento entran la supervisora, para saber si vamos a acabar a tiempo, y la enfermera del quirófano de urgencias, para preguntar si necesitamos la consola del bisturí armónico o puede llevársela. En la radio dan la hora en punto y empiezan las noticias en Melodía FM. El teléfono, en el bolsillo interior de la chaquetilla del MIR, suena por tercera vez. Sólo la auxiliar está en silencio, mientras conversa por el Whatsapp con su cuñao. (ti-ti-ti, ti-ti tirititi).

Esta imagen, que es exagerada hasta el esperpento, en ocasiones no difiere mucho de lo que ocurre en realidad. Y se ha comprobado que el ruido en el quirófano altera la seguridad de la intervención. Cualquier ruido que se prolonga en el tiempo es molesto. El simple sonido de un aspirador, leve, generalmente inapercibido, solamente se percibe cuando la enfermera bloquea el tubo del mismo. En ese momento se extiende una curiosa sensación de paz por todo el quirófano, sorprendente por provenir de un sonido que ni siquiera oíamos.

Sin embargo, no está clara la contribución de la música a volúmenes bajos a ese deterioro del quirófano. De hecho, es conocido que los pacientes pueden beneficiarse de una música agradable. Y, aunque el efecto sobre los médicos en formación sea negativo, sobre los especialistas experimentados puede ejercer una acción tranquilizadora, además de aumentar su velocidad y concentración.

Pero mientras lo de la música será discutible (yo independientemente de la costumbre de cada uno, a un volumen aceptable creo que según el momento es agradable tenerla), lo que es inaceptable es el uso de los teléfonos "inteligentes" en los quirófanos. En mi opinión debería estar, simple y llanamente, prohibido. Puede que sea un "fascio-cirujano", pero no hay nada que me moleste más que una persona jugando o conversando con cualquiera de las aplicaciones, mientras salen del teléfono pitos, sirenas, flautillas, cornetines y demás cantinelas insoportables. 

Repito que en mi opinión los teléfonos deberían estar prohibidos terminantemente dentro del quirófano. Sin excusas. Pero, de momento, lo que es exigible es un uso adecuado, limitado y responsable. Al nivel de inteligencia del propio teléfono, para dejarnos operar tranquilamente a Lady Godiva



Una vez más, recordaros que recibo con agrado cualquier comentario.


jueves, 6 de febrero de 2014

El pastor, las ovejas y el sistema sanitario

Érase una vez un pastor en cierto país que supo que tendría sólo la mitad de sacos de pienso para pasar ese invierno que el año anterior, y por lo tanto sus ovejas pasarían hambre. Decidió comerse una de cada cinco cabezas y al resto les repartió el pienso que tenía. En la primavera las ovejas casi no dieron lana, muy poca leche y estaban tan flacas que mi para carne valían. Pero al acabar ese año, habían sobrevivido y, pensaba él, ya serían mejores los años venideros.



Los servicios de salud de las 17 comunidades autónomas disponen de gran número de brillantes cabezas pensantes, formadas en carísimos cursos de gestión. Han reaccionado a la crisis que "pone en peligro la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario”.

Como respuesta a esta dura crisis, han reducido las plantillas de las Áreas de Salud y a los que quedan les han reducido el sueldo. Después, cada Comunidad Autónoma ha puesto en marcha las medidas que más le han parecido. Unos han pretendido cambiar todo el sistema por decreto, otros han aumentado la jornada laboral y han ahorrado por otras vías (desaparición de la actividad autoconcertada, reducción de conciertos externos, eliminación de carrera profesional, eliminación de manutención en las guardias, recuperación de las horas de libranza de guardia, etcétera, etcétera). Pero en general, para capear la crisis la mayoría de estos eminentes gestores han hecho lo que hizo un pastor sin estudios.

Independientemente de que parece evidente que en el sector sanitario hay margen de mejora para la productividad, todas estas medidas, muy gravosas para los trabajadores, han sembrado el descontento entre los mismos. Tanto que se ha extendido la impresión de que la "salvación" de la sanidad pasa sólo por las espaldas de quienes en ella trabajan. Es difícil que un decreto promueva la cooperación de los empleados.

El tiempo dirá si estas medidas han sido suficientes. Pero lo que sin duda se verá en un futuro es que se ha perdido una oportunidad de oro para reconvertir el sistema español. Porque se echan en falta medidas que no sean el fruto de la improvisación, sino de un estudio verdadero, desde todos los puntos de vista, de la situación del sistema sanitario. No valen 17 guerras y media (incluyendo al ministerio de sanidad), si no que es preciso que todos los actores de la sanidad española evalúen verdaderamente la situación actual, planteen posibles soluciones y promuevan un consenso social de qué es lo que queremos, o mejor, cuánto es lo que queremos pagar y la forma de aprovechar nuestro dinero sin malgastarlo en estructuras mastodónticas, repetidas 17 o 18 veces y en faraónicas obras propias de otros tiempos.

En definitiva, como miembro de la sistema sanitario español, esperaba de mis gestores que funcionaran de una forma distinta al ignorante pastor del cuento. Si es verdad que estamos saliendo de la crisis, los problemas que verdaderamente afectan a la Sanidad española no se han resuelto; ni siquiera ha habido un esfuerzo real y conjunto por identificarlos, y por ende, se ha perdido la oportunidad que la dura crisis nos ofrecía.