sábado, 26 de octubre de 2013

Los médicos en Google

Una reciente entrada de El País sobre el sexismo en Google me hizo hacer un experimento que no va a a revolucionar la medicina, ni me va a valer un Nobel o un Príncipe de Asturias, pero que me parece interesante. He activado las sugerencias del buscador y he esperado a saber qué me proponía Google. Las sugerencias aparecen porque son búsquedas reales realizadas por los usuarios. Por tanto pueden emplearse como medida de las búsquedas relacionadas con un término.


Mi primera prueba ha sido muy genérica: "Los médicos (son)..."


Las dos primeras entradas me llaman la atención, ya que no esperaba esas sugerencias, que interpreto en relación con el momento económico. Para los españoles el médico está desposeído de su condición de profesional liberal y ya es visto mucho más como un asalariado. Mejor no profundicemos en la percepción que del funcionario se tiene en nuestro país...

Otra sugerencia al menos curiosa son los "médicos del cielo", que parece un negocio de una vidente que ha hablado con seres extraterrestres, con los que se puede empezar a hablar tras seguir unos cursillos que, supongo, se podrán abonar sólo en metálico. Parece que tiene más seguidores de lo que los psiquiatras desearían.

Concretando un poco más, busco "El médico...", en singular. Los resultados son los siguientes:


Como se aprecia hay referencias al título de libros o publicaciones  pero también una concesión al "momento Telecinco", reflejo de que también hay cibertelebasura. 

Más interesante me parece la sugerencia sobre la distinción o identidad del 'médico' y el 'doctor', evidente en muchos países, sobre todo germánicos, pero más laxa por estas latitudes


La última propuesta de Google, el médico es un comunicador, me sorprende y me alegra, como convencido que soy de la labor de comunicación del médico, y demuestra el interés que esta faceta despierta hoy; que espero que sea superior al que levanta Paquirrín... 


La siguiente búsqueda me lleva a "mi médico es...". Pensando en obtener un montón de insultos, resulta que las sugerencias van más orientadas a la vida sexual o familiar: 


No sé si pensar que a mucha gente le pueda preocupar que le explore un médico invertido* o es que en internet cualquier palabra puede aparecer en relación con términos como gay, teta o culo.

Por último me quise ir al lado de la negación y el resultado de escribir "mi médico no..." es el siguiente:


Las sugerencias nos llevan al lado burocrático de la función del médico en España; y quizá a confirmar la impresión que muchos tenemos en España de que aquí el que trabaja es porque es tonto o no le engaña a su médico; al fin y al cabo, el absentismo y la falta de espíritu de trabajo es coresponsable de la situación decrépita en la que se encuentra el país.

Por tanto me ha parecido una experiencia interesante, por supuesto sin más intención que la de pasar un rato divertido. Al menos no han aparecido palabras como impresentable, inútil, vago y otras que, como veremos en unos días, sí aparecen cuando repetimos el proceso en otros idiomas.

* NOTA: es mi tercera entrada en el blog y me acabo de dar cuenta una vez más de que es más difícil escribir de lo que parece y hay detalles que se me escapan. Por ejemplo el uso del término "invertido" sin comillas ni cursiva me ha resultado chocante cuando he releído la entrada unos días después de publicarla. Su uso debería transmitir ironía; el hecho ridículo de que a alguien le explore un/a médico gay me ha llevado a utilizar un término 'setentero', tan trasnochado como la propia homofobia. Disculpen esta nota, pero me hubiese resultado desagradable que el primer comentario a mis post fuera una protesta por este hecho. Aprenderé, prometido.




martes, 15 de octubre de 2013

Colegios de Médicos, sin médicos.

El Colegio de Médicos de mi provincia triunfa con dos actividades anuales que atraen el interés de sus miembros, que pagamos unos 280€ al año para disfrutar de sus afamados cursos de inglés y el esperadísimo torneo de golf, en el que el año pasado un banco sorteaba un iPad. 

Triste relación con mi colegio, además de cara.  Cuando pude incorporarme a tan selecto club al acabar la carrera fue un momento memorable, ¡médico de verdad, con carnet y todo! Mi experiencia desde entonces ha pasado por fases gloriosas, como un colegio provincial en el que pretendían que, en paro, pagara la cuota para estar en su lista de contratación -en la que por supuesto nunca figuré-; mucho más adecuado el Colegio de Badajoz, que disponía de habitaciones para alquilarme aquél agosto de calor mitigado por el aire acondicionado del cuarto que me correspondió por una modesta cantidad de pesetas. Poco bagaje para garantizar mi apego por estas instituciones.

Las funciones de los Colegios están claras, las especifica la ley y quedan suficientemente abiertas como para propiciar que se conviertieran en el interlocutor válido entre los médicos y la Sociedad. En mi breve relación con la Ordem dos Médicos portuguesa pude comprobar cómo su función iba mucho más allá del control deontológico; se trata de agentes de enorme peso, consultados a la hora de cualquier decisión que en el país vecino afecte a los médicos o a los temas de salud. ¡Qué envidia!

No hace mucho, en plena crisis, pensé que a lo mejor cambiaban las tornas y los colegios por fin servían para hacer comprender a los de la cosa pública que la crisis pasará y ellos desaparecerán, pero las consecuencias de sus políticas tendrán nefastos efectos por generaciones. Pero este espejismo se ha disuelto, con honrosas excepciones que todos conocemos. Bastaron unas pocas críticas a la "deriva sindicalista" para que los que habían enseñado la patita se volvieran a sus cavernas a hibernar al calor de la vida cómoda y al refugio de sus anquilosadas estructuras.

Me expongo con estas líneas a un comentario del tipo "preséntate tú a las próximas elecciones". Sin embargo, creo que el problema de los colegios sobrepasa a los derivados de la talla de sus dirigentes: probablemente esté en su propia estructura. Con los años han adquirido el nivel que los gobernantes han impuesto, para evitar que los médicos, privilegiados de la sociedad unas veces, en alpargatas otras, molestáramos en sus políticas. Y lo han conseguido, porque ¿qué reconocimiento van a tener los Colegios de Médicos, si ni nosotros mismos los apreciamos?.


viernes, 11 de octubre de 2013

De cirujanos y barberos

Soy cirujano.

Comenzar un blog con esta declaración me ha parecido lo más correcto. No porque pretenda escribir una bitácora sobre cirugía; los temas médicos serán mayoría, pero no exclusivos. Sin embargo, las características de los cirujanos les hacen diferentes al resto de los médicos. No mejores, seguramente tampoco peores, pero distintos.

Me hubiese gustado llamar a mi blog primum non nocere. Pero llegar tarde a esto de la red tiene algunos problemas, como por ejemplo que exista un blog con ese nombre y, por añadidura, uno de los mejores que conozco. Mis maestros pretendieron enseñarme que mi primera intención debería ser no hacer más daño que el que cualquier intervención quirúrgica ya ocasiona por sí misma. Probablemente debería decir que cualquier gesto médico, diagnóstico o terapéutico, puede provocar un daño. Pero la relación del cirujano con sus complicaciones no tiene comparación en ninguna otra especialidad médica. Un bisturí, una pinza o las manos pueden hacer mucho daño, incluso haciendo todo según el mejor arte.

En mi trabajo diario me encuentro con muchos pacientes que conocen los riesgos a los que se exponen ante una intervención quirúrgica. Sin embargo, en la sociedad actual hay una tendencia marcada hacia el pensamiento de que no existen riesgos en las intervenciones de mediano o pequeño calibre. Este fenómeno lo conocen y lo sufren diariamente los obstetras y pediatras: porque socialmente parece que es imposible que un niño o una mujer mueran en el parto, pero la mortalidad materno-infantil existe y existirá.

En cirugía hay situaciones en las que parece inaceptable que se produzca una complicación grave, que incluso pueda poner en riesgo la vida del paciente. ¿Cómo se va morir alguien con una apendicitis o por quitarle la vesícula cuando solo ha tenido unos pocos cólicos? Evidentemente el riesgo en algunos procesos es bajo, pero incluso en pacientes en los que nada hace prever un desenlace complicado, la propia naturaleza del acto quirúrgico conlleva un riesgo que nunca es cero.

Las causas de que algunos pacientes se expongan a este riesgo "como el que va a afeitarse" son varias. Por un lado, a la hora del consentimiento informado, pocos pacientes se atreven a preguntar. Sin duda el acto de la información por parte del médico para la obtención del consentimiento informado es una asignatura pendiente en España. En general hay una tendencia a quitar "hierro" a la hora de requerir la firma en el documento; quizá tengamos una exagerada confianza en nuestra capacidad y en las bondades de la técnica y de la tecnología. Pero también hay un mal entendido proteccionismo de cara al paciente, con la perversa intención de no "asustar": «No se lea el papel; si se lo lee no se opera, firme y ya está». Y si se lo lee, no siempre lo tiene fácil para entenderlo.

Pero como siempre, creo que la administración también tiene su parte de culpa. Hasta el comienzo de los recortes, todos los servicios de salud se vanagloriaban de sus excelentes resultados, de lo buenos y guapos que son sus médicos, de sus magníficos hospitales y la impresionante tecnología que todo lo permite. En resumen, la administración como cualquier empresa se vende, aunque en este caso no sea por dinero, sino por votos.

Cuando se produce una complicación grave las familias informadas suelen reaccionar como es de esperar, con disgusto y preocupación. Pero una de las reacciones más frecuentes entre las familias que han acudido con desconocimiento o desprecio de los riesgos es el enfado. Un familiar desinformado es un familiar cabreado, con razón o sin razón, pero enfadado al fin. Son frecuentes las amenazas,  afortunadamente pocas veces físicas, pero a menudo se advierte de la intención de tomar acciones legales. Pese a que muchos cirujanos hemos recibido estas advertencias, en España pocas veces estas amenazas terminan en el juzgado.

En estas situaciones es importante centrarse en lo principal. La presión excesiva de la familia no puede llevar a actitudes intervencionistas que agreguen aún mas riesgos al proceso. Estas presiones con frecuencia no son sólo de la familia, sino que al tratarse de pacientes con manejo multidisciplinar en ocasiones es difícil escapar al influjo de intensivistas, internistas y demás 'fauna hospitalaria' que añaden factores de distorsión a lo que debería ser el manejo del paciente quirúrgico. Por supuesto (y antes de llenar mi recién estrenado blog con airosas protestas de aludidos), con la mejor intención.

Afortunadamente para todos, la mayoría de estos pacientes salen del hospital curados tanto de su enfermedad como de cuantas complicaciones la cirugía o el cirujano modernos les hayan podido causar. Y en muchas ocasiones es precisamente el paciente que peor lo ha pasado el más agradecido al final de su proceso. Por supuesto, la próxima vez preguntará y será consciente de que en el hospital, para recuperar la salud, la puede perder.