miércoles, 19 de marzo de 2014

Fronteras sanitarias



Hace 20 años, nada más acabar la carrera, trabajé una temporada en el hospital comarcal de Miranda de Ebro. Para quien no conozca esta ciudad, es un enclave privilegiado desde el punto de vista de las comunicaciones en un triángulo formado por Castilla-León, La Rioja y el País Vasco, distante 33 Km de Vitoria, 60 de Logroño, 80 de Burgos y 95 de Bilbao. Su relación con cualquiera de estas comunidades autónomas es estrecha. El primer diario es El Correo, con edición propia. Esta situación social choca con la organización administrativa -provincial, autonómica-.

 Recuerdo de aquella época un caso de un paciente operado años atrás de un cáncer de pulmón en un hospital de San Sebastián. Se presentó en urgencias con una hemoptisis. Dado que la situación no se estabilizaba, decidí trasladar al paciente a un centro en el que pudiera ser tratado. Llame al hospital de Burgos, desde donde se me remitió al hospital de Valdecilla (Santander), centro de referencia de cirugía torácica por aquél entonces. Una hemoptisis abundante es muy espectacular y produce un estrés enorme a familia y enfermo. Y en este caso al joven e inexperto médico, obligado a explicar a la familia por qué iba a trasladar a un paciente grave, casi a medianoche, a más de 200 km, pasando por delante de dos hospitales con servicios de cirugia torácica (Basurto y Cruces). Finalmente la familia solicitó el alta voluntaria y se trasladó en su propio coche al hospital de Txagorritxu de Vitoria, para que se le ayudara con su problema, siendo remitido posteriormente desde allí a San Sebastián, de forma "legal".

Cuento esta batallita tras leer la reciente noticia del fallecimiento de una niña en el Condado de Treviño como consecuencia de una grave varicela. El desenlace es posible que hubiese sido el mismo aunque no hubiera ocurrido el problema de la descoordinación entre servicios de urgencias y ambulancias. El condado de Treviño es el caso extremo de ciudad o región limítrofe, afectada en todos los aspectos de la vida por la división administrativa española. Cuando se trata de desplazarse 100 km para hacer un papeleo el asunto de las comunidades autónomas puede ser molesto. Pero cuando se trata de la salud la dimensión es otra.
http://golpedefecto.blogspot.com.es/2013/06/el-gasto-sanitario-en-las-comunidades.html

España ya no es un país en el que todos sus ciudadanos tengan garantizada en igual medida la atención sanitaria. Aunque no sean factores de comparación demasiado adecuados, se observa que la inversión en sanidad respecto al producto interior bruto o por habitante es muy variable entre las diferentes comunidades. El desarrollo del tejido hospitalaro y de primaria es muy diverso, con el agravamiento de que la transferencia de pacientes entre comunidades autónomas es cada vez más difícil. Cualquier médico en ejercicio en España sabe que es muy difícil trasladar a un paciente a los centros de referencia tradicionales si estos se encuentran fuera de la propia comunidad autónoma. De mi experiencia particular tengo referencias directas de compañeros que confirman que en sus hospitales simplemente no admiten a pacientes provenientes de otra comunidad autónoma.

El extremo del esperpento nos lleva a la creación de servicios extremadamente especializados, léase trasplante hepático o cardíaco, en comunidades incapaces de llegar al número de pacientes necesario para garantizar una medicina de calidad, con el objeto poder deslumbrar a su gente al grito de "cómo no vamos a tener una sanidad de primera, si hacemos seis trasplantes al año". Los reyecillos de taifas autonómicos blindan sus fronteras para que sus ciudadanos no escapen y se permiten dotar a sus hospitales de farolillos de colores para fascinar al pueblo.

No entro a discutir la conveniencia de mantener o reformar nuestro sistema autonómico. Pero creo que todos los españoles debemos exigir una igualdad de oportunidad de acceso a la sanidad. Evidentemente no voy a pedir que me permitan asistir al hospital que yo quiera, porque esos mismos políticos y la insana costumbre española de esconder las miserias nos impide conocer cuál es el hospital con mejores resultados en tal o cual patología. Pero si quiero que cuando llame a una ambulancia, no me mareen diciéndome que debo llamar a tal o cual sitio. Y quiero poder mandar a mis pacientes al lugar en el que yo considere que se le va a poder dar la mejor atención en un momento determinado.

¡Feliz día del padre!

Estadística de Gasto Sanitario Público, msssi.gob.es

viernes, 14 de marzo de 2014

La relación del cirujano con sus complicaciones


Las complicaciones son un hecho inherente a la especialidades quirúrgicas. El cirujano está expuesto a las mismas complicaciones en sus pacientes que los compañeros no intervencionistas, derivadas en unas ocasiones de su actuación y en otras de múltiples factores exógenos. Pero además su propia actividad manual provoca consecuencias añadidas que pueden llegar a ser graves, desde secuelas postoperatorias de mayor o menor gravedad, hasta la muerte. Y todo ello sin necesidad de haber cometido ningún error y mucho menos aún, una negligencia.

Durante la formación del MIR tuve la suerte de que mis mayores me enseñaran dos cosas a este respecto. En primer lugar, que el que no opera no tiene complicaciones; o dicho de otro modo, que por el simple hecho de operar, las complicaciones vendrán ineludiblemente, por sí solas. Segundo, me inculcaron un principio básico: aprende a resolver tus complicaciones, no hagas nada que no vayas a saber arreglar.

Cuando un cirujano tiene una complicación en el quirófano sabe que lo primero que debe hacer es resolverlo como pueda. Para que tenga éxito es precisa una buena formación y temple... o un ayudante que los tenga.

Cuando ha ocurrido un suceso grave en el quirófano, al acabar y en los días siguientes se desarrolla un malestar que se puede agravar en función de la respuesta del paciente y allegados. No existen dos familias iguales, a las que se pueda informar de la misma manera y que respondan del mismo modo. Aunque en general se reconoce que lo básico es informar con veracidad y con sinceridad, los acompañantes no siempre responden, cuando la complicación has sido grave, de la manera más adecuada. Aunque en muchos casos la familia comprende que lo ocurrido es posible por el hecho mismo de ser sometido a una intervención quirúrgica, no son raras las reacciones verbales o incluso físicas de violencia, asociadas generalmente a una desconfianza que dificulta la relación médico-paciente y, por tanto, añade un factor de estrés a la situación que ha sufrido el cirujano (dejando por sentado, desde luego, que el más afectado es el propio paciente).

Así pues, ante una complicación severa el cirujano sufre por su propio sentimiento de responsabilidad y por la relación con el paciente/familia. En estos casos, y sobre todo en cirujanos jóvenes, es importante sentirse comprendido y arropado por los compañeros.

Todos los cirujanos se enfrentan a través de los años a casos que les preocupan seriamente durante periodos largos, de meses. Todos conocen la sensación de que un paciente se eterniza en la planta, o de que a la vuelta de vacaciones sigue ahí la "cruz" que dejó antes de irse. Sin embargo, una o dos veces en la vida se presenta un caso que realmente supone un impacto importante en la esfera emocional, de comportamiento o social y que por tanto afecta a su actividad profesional o incluso personal. Se describen sentimientos de culpabilidad, crisis de confianza, ansiedad, malestar, repercusión en la actividad quirúrgica, interferencia en la vida personal, preocupación por la pérdida de reputación en el medio laboral, o dificultad en la relación con los compañeros. En estos casos no existe un sistema establecido por el empleador, en nuestro caso los hospitales, para colaborar en la recuperación. El afectado debe recurrir a sus propias capacidades o a la colaboración de los compañeros para recuperarse.

De forma que "sólo" nos queda estar preparados técnicamente, al día en conocimientos, ser prudentes y cuidar la buena relación con los compañeros. Y si no, "haber elegido muerte".



martes, 4 de marzo de 2014

Igualdad, mérito, capacidad y mediocridad



Ha aparecido recientemente la noticia de la anulación de una oposición en una universidad española por trato de favor de un candidato local.

Este sistema, basado en los principios que regulan el acceso a la Función Pública, trae causa de los artículos 23.2 y 103.3 de la Constitución Española (CE) referentes a la igualdad, mérito y capacidad y lleva años siendo aplicada en las universidades y en muchas otras oposiciones que se celebran en España. Gracias a este sistema hemos conseguido las universidades más justas del mundo que ocupan lugares punteros en los ranking mundiales. Hay prácticamente unanimidad en todas las clasificaciones: para encontrar una universidad española hay que ir a los puestos 200 a 300. Para estar orgullosos.

En la Universidad de Harvard el catedrático es el mejor de entre los candidatos y su situación en el firmamento de las universidades demuestra que ellos sí eligen a los de más mérito y capacidad, sin oposición. Es posible que sea difícil definir al mejor, pero no suele ser ni el hermano del presidente de la Diputación, ni la prima del cuñado del jefe de la caja de ahorros. Gracias a los principios de igualdad, mérito y capacidad, la universidad pública española sigue en un proceso de endogamia que la afianza en la mediocridad y la vulgaridad, tanto docente como investigadora.

Es evidente que este sistema es un fracaso. Sin embargo, viviendo en el país en el que vivimos, la alternativa de una selección a imagen y semejanza de cualquier otro país civilizado parece inviable. Seguimos en un mundo de enchufe, tráfico de influencias y otras actitudes mafiosas de defensa de la familia, ya sea política, económica o propiamente de lazos de sangre. No hay nada que hacer.

Solo el ejemplo de las escuelas de negocios nos permite ser optimistas. Aunque claro, me ha parecido siempre un contrasentido tener las mejores escuelas de negocios del mundo y estar, económicamente, donde y como estamos. A ver si es que vamos a salir de las brasas para caer en el fuego...

Creo que no hay peligro.