No entiendo nada de gestión de grandes crisis sanitarias, pero creo ser capaz de reconocer cuando algo se está haciendo mal. De relación con los pacientes y sus familiares entiendo algo más.
El ébola ha salido de África. Ha dejado de ser una enfermedad de negros y curas, inofensiva y casi anecdótica, para colarse de un salto en el descansillo de casa. De repente todos hemos despertado: Los medios se encargan de buscar todos los detalles de la noticia, como un elefante en una cacharrería, por vender tres anuncios más. Y los políticos en su línea hispana: a buscar a quién echarle el marrón.
Intento revisar el asunto manteniendo una visión fría, crítica. Cronológicamente, parece razonable traerse a casa a personas que han dado buena parte de su vida por el servicio a los más pobres para intentar que se aprovechen en España de los medios de los que carecen en África. En aquellas fechas hice un tweet en el que expresaba mi miedo a que fueran Mortadelo y Filemón quienes se ocuparan del traslado de los misioneros y Pepe Gotera y Otilio de adaptar el Carlos III. No sé si fueron ellos, pero la consecuencia final es el contagio de un trabajador. Algo que, según muchos expertos, se hubiese podido evitar, dado que el virus es relativamente débil y eliminable con medios habituales, de los que cualquier hospital fuera del área africana debería disponer. Por tanto estamos ante un suceso inesperado.
Posteriormente se ha asistido al deambular de una enferma probablemente contagiosa por consultorios médicos, centros de salud y hospitales varios de la comunidad de Madrid. Una situación que, evidentemente, nunca se debió producir.
Yo mismo trabajo en un hospital. Hace siete días ha aparecido en la intranet un link a un PDF en el que se daba, en unos cuantos folios, información sobre el virus. No se destaca particularmente: es la misma tipología que el cambio en el color de los nuevos tubos de extracción de sangre del laboratorio. Hace una semana era impensable que yo tuviera necesidad de conocer esta información, por lo cual no la he leído. Y supongo que como yo la mayoría de los médicos de atención primaria o de centros de salud. No en vano se nos ha dicho que el virus, de llegar a España, lo haría en forma de balsero enfermo y, si acaso, dentro de unos meses.
Por seguir con la cronología, se conoce la enfermedad de la auxiliar de La Paz, contagiada por el virus del ébola. Y a partir de aquí comienza una serie de despropósitos y barbaridades que deberían sonrojar a más de uno cuando el tiempo permita analizar estos días con tranquilidad.
La primera reacción de nuestras autoridades es una rueda de prensa de la Ministra de Sanidad. La elección de la principal responsable en el terreno de la salud pública parece lógica y el tempo adecuado. Sin embargo, en su aparición la ministra se muestra insegura y en cierta manera malhumorada, lo cual sin duda responde a la falta de capacidad del personaje, demostrado a lo largo de los últimos años. Claro que, revisando nuestros últimos ministros del ramo, parece que todos los presidentes del gobierno consideran a esta cartera como secundaria. No creo que la sociedad exija a la ministra demostrar conocimientos médicos de los que lógicamente carece, pero sí que categoricamene confirme que el trabajo realizado desde el momento en que se conoce el caso es correcto y que la población puede estar tranquila porque la situación está controlada. Y ni lo uno, ni lo otro. Probablemente recibió una llamada de Pepe Gotera unos minutos antes de comparecer y esto la descompuso.
No soy experto en crisis, ya lo he dicho, pero creo que sería de desear la aparición regular ante la ciudadanía de una persona de la administración para actualizar de manera oficial la información, de una forma clara y decidida. Y no sólo no ocurre esto, sino que el siguiente en expresar sus opiniones es el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, responsable de la asistencia de la auxiliar enferma. Y su rueda de prensa parece la charla de un borracho pendenciero en el patio de un puticlub.
Se extiende en todos estos días una sensación de improvisación. Laprensa se encarga de distribuir noticias incongruentes promovidas por periodistas que buscan a izquierda o derecha del espectro político; entre médicos y legos; vecinos, amigos y familiares de los afectados. Sólo ha faltado preguntar al perro, pero su pronto y controvertido sacrificio lo impidió, no sin que antes una piara de ignorantes salvachuchos dieran su opinión en un carrusel de gilipolleces sin sentido ni criterio. Pero ni a estos ha sido capaz de convencer el Gobierno de la necesidad de esta medida.
Mención aparte me merece el estamento médico. Individual y colectivamente. ¿No existe ya el secreto profesional? ¿Es ético que un médico vaya haciendo en la prensa consideraciones acerca de la paciente y sus familiares? Me gustaría conocer vuestra opinión en los comentarios, porque pese a la ausencia de críticas a esta actitud, me ha llamado mucho la atención. Estaría bien que algún colegio de médicos o la Organización Médica Colegial se pronunciaran al respecto, ya que hasta ahora no lo han hecho. Y que adquirieran un liderazgo social que en estas circunstancias me parece imprescindible. Pero las muy caras y muy devaluadas organizaciones colegiales no tienen en España voz, ni al parecer ganas de tenerla.
No hay prisas. Se extiende el modelo Rajoy. La auxiliar sanará. Y la amenaza del virus desaparecerá. Y si no es así, Dios proveerá. Como digo, modelo Rajoy. Porque varios días después sigue sin haber planes de formación del personal que tiene que hacer frente a la posible extensión de la enfermedad a otros puntos del país; seguimos viendo catarros y operando, no perdamos el tiempo con chorradas formativas, no sea que crezca la lista de espera. Que es lo importante.
No puedo terminar sin desear a la involuntaria protagonista de todo este lío un pronto restablecimiento. Y que a los trabajadores de la Sanidad Pública nos den medios y conocimientos para usarlos con seguridad. Y a los demás les pediría un poco de cordura y que reflexionen un poco antes de hablar y actuar (cada uno en lo que su capacidad le permita, Sra. ministra).
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