Recientemente leía un artículo en redacción médica que informaba de un trabajo científico en el que se estudiaba si la sustitución del papel por el ordenador resultaba satisfactoria para los médicos.
Estamos convencidos de que el uso de este tipo de herramientas informáticas bien diseñadas sirve para mejorar aspectos de la sanidad como la administración o la salud pública; además permite la recogida de datos para investigación de manera mucho más satisfactoria que el papel tradicional, garabateado con letra de médico. Es decir, seguramente sea mejor para pacientes y sociedad.
¿Entonces por qué los médicos no estamos contentos con el ordenador?. Independientemente de fobias o resistencias injustificables a la autoridad, lo cierto es que en mi vida profesional mi relación con el ordenador ha sido, verdaderamente, insatisfactoria.
Mi primer trabajo fue en un hospital en el que la informatización se inició en los años 90; los monitores eran de fósforo, por lo cual el uso de tecnologías basadas en la imagen era imposible, y la adaptación al entorno Windows fue difícil. Pero al menos teníamos en un solo sitio los informes de alta o los radiológicos. No era mal comienzo.
Posteriormente trabajé en un centro en el que se daba un hecho que he visto después repetirse como una constante en otros hospitales. El servicio de informática, poblado por grandes lumbreras con una “enorme" experiencia en este tipo de programas, creaba una interfaz con nombre rimbombante en la que se integraban, en el más espeluznante caos, accesos directos mediante infinito número de claves a radiología, análisis, informes de alta, etc. Muchas veces he pensado en la cantidad de dinero en forma de sueldos y material, la cantidad de horas de trabajo que se podían haber aprovechado para otras cosas y que cada hospital o servicio de salud ha desperdiciado para crear herramientas informáticas caseras, de las cuales hablaban con orgullo sus responsables, y que resultaban en un mar de ventanas abiertas en la pantalla de mi ordenador, con diversas claves (unas de cuatro cifras, otras de seis, otras de ocho, otras de cifras y números, etc, etc.) pero que me han permitido desarrollar una habilidad en el copia y pega solamente comparable con la que tengo para finalmente imprimir cantidades ingentes de volantes, informes y demás papeles que terminan, con frecuencia, en el sobre de la historia tradicional o en la caja de papel reciclado.
Supongo que IBM y los demás desarrolladores de programas y aplicaciones médicas cobrarán muy caros sus servicios, o que tenemos muchos cuñados y primos con la carrera de informática a los que enchufar. Pero, salvo honrosas excepciones, en cada nuevo sitio que voy concociendo se repiten los mismos errores. Y los profesionales están hasta hartos de perder el tiempo mirando pantallas para documentar lo que ven en el cada vez menor tiempo del que disponen para mirar sus pacientes a la cara.
Síndrome del quemado (Burn out).