Hace 20 años, nada más acabar la carrera, trabajé una temporada en el hospital comarcal de Miranda de Ebro. Para quien no conozca esta ciudad, es un enclave privilegiado desde el punto de vista de las comunicaciones en un triángulo formado por Castilla-León, La Rioja y el País Vasco, distante 33 Km de Vitoria, 60 de Logroño, 80 de Burgos y 95 de Bilbao. Su relación con cualquiera de estas comunidades autónomas es estrecha. El primer diario es El Correo, con edición propia. Esta situación social choca con la organización administrativa -provincial, autonómica-.
Recuerdo de aquella época un caso de un paciente operado años atrás de un cáncer de pulmón en un hospital de San Sebastián. Se presentó en urgencias con una hemoptisis. Dado que la situación no se estabilizaba, decidí trasladar al paciente a un centro en el que pudiera ser tratado. Llame al hospital de Burgos, desde donde se me remitió al hospital de Valdecilla (Santander), centro de referencia de cirugía torácica por aquél entonces. Una hemoptisis abundante es muy espectacular y produce un estrés enorme a familia y enfermo. Y en este caso al joven e inexperto médico, obligado a explicar a la familia por qué iba a trasladar a un paciente grave, casi a medianoche, a más de 200 km, pasando por delante de dos hospitales con servicios de cirugia torácica (Basurto y Cruces). Finalmente la familia solicitó el alta voluntaria y se trasladó en su propio coche al hospital de Txagorritxu de Vitoria, para que se le ayudara con su problema, siendo remitido posteriormente desde allí a San Sebastián, de forma "legal".
Cuento esta batallita tras leer la reciente noticia del fallecimiento de una niña en el Condado de Treviño como consecuencia de una grave varicela. El desenlace es posible que hubiese sido el mismo aunque no hubiera ocurrido el problema de la descoordinación entre servicios de urgencias y ambulancias. El condado de Treviño es el caso extremo de ciudad o región limítrofe, afectada en todos los aspectos de la vida por la división administrativa española. Cuando se trata de desplazarse 100 km para hacer un papeleo el asunto de las comunidades autónomas puede ser molesto. Pero cuando se trata de la salud la dimensión es otra.
España ya no es un país en el que todos sus ciudadanos tengan garantizada en igual medida la atención sanitaria. Aunque no sean factores de comparación demasiado adecuados, se observa que la inversión en sanidad respecto al producto interior bruto o por habitante es muy variable entre las diferentes comunidades. El desarrollo del tejido hospitalaro y de primaria es muy diverso, con el agravamiento de que la transferencia de pacientes entre comunidades autónomas es cada vez más difícil. Cualquier médico en ejercicio en España sabe que es muy difícil trasladar a un paciente a los centros de referencia tradicionales si estos se encuentran fuera de la propia comunidad autónoma. De mi experiencia particular tengo referencias directas de compañeros que confirman que en sus hospitales simplemente no admiten a pacientes provenientes de otra comunidad autónoma.
El extremo del esperpento nos lleva a la creación de servicios extremadamente especializados, léase trasplante hepático o cardíaco, en comunidades incapaces de llegar al número de pacientes necesario para garantizar una medicina de calidad, con el objeto poder deslumbrar a su gente al grito de "cómo no vamos a tener una sanidad de primera, si hacemos seis trasplantes al año". Los reyecillos de taifas autonómicos blindan sus fronteras para que sus ciudadanos no escapen y se permiten dotar a sus hospitales de farolillos de colores para fascinar al pueblo.
No entro a discutir la conveniencia de mantener o reformar nuestro sistema autonómico. Pero creo que todos los españoles debemos exigir una igualdad de oportunidad de acceso a la sanidad. Evidentemente no voy a pedir que me permitan asistir al hospital que yo quiera, porque esos mismos políticos y la insana costumbre española de esconder las miserias nos impide conocer cuál es el hospital con mejores resultados en tal o cual patología. Pero si quiero que cuando llame a una ambulancia, no me mareen diciéndome que debo llamar a tal o cual sitio. Y quiero poder mandar a mis pacientes al lugar en el que yo considere que se le va a poder dar la mejor atención en un momento determinado.