Durante la formación del MIR tuve la suerte de que mis mayores me enseñaran dos cosas a este respecto. En primer lugar, que el que no opera no tiene complicaciones; o dicho de otro modo, que por el simple hecho de operar, las complicaciones vendrán ineludiblemente, por sí solas. Segundo, me inculcaron un principio básico: aprende a resolver tus complicaciones, no hagas nada que no vayas a saber arreglar.
Cuando un cirujano tiene una complicación en el quirófano sabe que lo primero que debe hacer es resolverlo como pueda. Para que tenga éxito es precisa una buena formación y temple... o un ayudante que los tenga.
Cuando ha ocurrido un suceso grave en el quirófano, al acabar y en los días siguientes se desarrolla un malestar que se puede agravar en función de la respuesta del paciente y allegados. No existen dos familias iguales, a las que se pueda informar de la misma manera y que respondan del mismo modo. Aunque en general se reconoce que lo básico es informar con veracidad y con sinceridad, los acompañantes no siempre responden, cuando la complicación has sido grave, de la manera más adecuada. Aunque en muchos casos la familia comprende que lo ocurrido es posible por el hecho mismo de ser sometido a una intervención quirúrgica, no son raras las reacciones verbales o incluso físicas de violencia, asociadas generalmente a una desconfianza que dificulta la relación médico-paciente y, por tanto, añade un factor de estrés a la situación que ha sufrido el cirujano (dejando por sentado, desde luego, que el más afectado es el propio paciente).
Así pues, ante una complicación severa el cirujano sufre por su propio sentimiento de responsabilidad y por la relación con el paciente/familia. En estos casos, y sobre todo en cirujanos jóvenes, es importante sentirse comprendido y arropado por los compañeros.
Todos los cirujanos se enfrentan a través de los años a casos que les preocupan seriamente durante periodos largos, de meses. Todos conocen la sensación de que un paciente se eterniza en la planta, o de que a la vuelta de vacaciones sigue ahí la "cruz" que dejó antes de irse. Sin embargo, una o dos veces en la vida se presenta un caso que realmente supone un impacto importante en la esfera emocional, de comportamiento o social y que por tanto afecta a su actividad profesional o incluso personal. Se describen sentimientos de culpabilidad, crisis de confianza, ansiedad, malestar, repercusión en la actividad quirúrgica, interferencia en la vida personal, preocupación por la pérdida de reputación en el medio laboral, o dificultad en la relación con los compañeros. En estos casos no existe un sistema establecido por el empleador, en nuestro caso los hospitales, para colaborar en la recuperación. El afectado debe recurrir a sus propias capacidades o a la colaboración de los compañeros para recuperarse.
De forma que "sólo" nos queda estar preparados técnicamente, al día en conocimientos, ser prudentes y cuidar la buena relación con los compañeros. Y si no, "haber elegido muerte".
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