martes, 15 de octubre de 2013

Colegios de Médicos, sin médicos.

El Colegio de Médicos de mi provincia triunfa con dos actividades anuales que atraen el interés de sus miembros, que pagamos unos 280€ al año para disfrutar de sus afamados cursos de inglés y el esperadísimo torneo de golf, en el que el año pasado un banco sorteaba un iPad. 

Triste relación con mi colegio, además de cara.  Cuando pude incorporarme a tan selecto club al acabar la carrera fue un momento memorable, ¡médico de verdad, con carnet y todo! Mi experiencia desde entonces ha pasado por fases gloriosas, como un colegio provincial en el que pretendían que, en paro, pagara la cuota para estar en su lista de contratación -en la que por supuesto nunca figuré-; mucho más adecuado el Colegio de Badajoz, que disponía de habitaciones para alquilarme aquél agosto de calor mitigado por el aire acondicionado del cuarto que me correspondió por una modesta cantidad de pesetas. Poco bagaje para garantizar mi apego por estas instituciones.

Las funciones de los Colegios están claras, las especifica la ley y quedan suficientemente abiertas como para propiciar que se conviertieran en el interlocutor válido entre los médicos y la Sociedad. En mi breve relación con la Ordem dos Médicos portuguesa pude comprobar cómo su función iba mucho más allá del control deontológico; se trata de agentes de enorme peso, consultados a la hora de cualquier decisión que en el país vecino afecte a los médicos o a los temas de salud. ¡Qué envidia!

No hace mucho, en plena crisis, pensé que a lo mejor cambiaban las tornas y los colegios por fin servían para hacer comprender a los de la cosa pública que la crisis pasará y ellos desaparecerán, pero las consecuencias de sus políticas tendrán nefastos efectos por generaciones. Pero este espejismo se ha disuelto, con honrosas excepciones que todos conocemos. Bastaron unas pocas críticas a la "deriva sindicalista" para que los que habían enseñado la patita se volvieran a sus cavernas a hibernar al calor de la vida cómoda y al refugio de sus anquilosadas estructuras.

Me expongo con estas líneas a un comentario del tipo "preséntate tú a las próximas elecciones". Sin embargo, creo que el problema de los colegios sobrepasa a los derivados de la talla de sus dirigentes: probablemente esté en su propia estructura. Con los años han adquirido el nivel que los gobernantes han impuesto, para evitar que los médicos, privilegiados de la sociedad unas veces, en alpargatas otras, molestáramos en sus políticas. Y lo han conseguido, porque ¿qué reconocimiento van a tener los Colegios de Médicos, si ni nosotros mismos los apreciamos?.


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