En estos días se habla mucho del Consejero de la Junta de Castilla-La Mancha que según una información periodística ha conseguido que operen a su esposa de una hernia discal saltándose todas las listas de espera. El consejero ha concluido que él no hecho nada feo, y que en realidad ha sido el médico el que ha adelantado en la lista a su esposa. El cirujano lo confirma.
En este asunto veo dos aspectos. Por un lado el hecho de que se pueda haber priorizado a una persona conocida pasando por encima del conjunto de sufridos asegurados. Y por otro lado la reacción de un político ante la evidencia de que se ha aprovechado de su posición en beneficio propio.
Para empezar por el final, no me sorprende que un político en España sea incapaz de asumir su error. Evidentemente, en cualquier país desarrollado este señor, abrumado por la vergüenza, si se confirmara el trato de favor, dimitiría. En España, donde los políticos están acostumbrados a ser reelegidos incluso cuando es más que probable que sean unos chorizos, ¿quién va a dimitir por semejante tontería? Bueno, pues yo creo que este señor debería irse si se confirma que se aprovechó de su posición. Por decencia.
Sin embargo, también hay que decir que en España la lista de espera no es para todo el mundo. Familiares de empleados del hospital, de directivos de los servicios de salud, de periodistas u otros personajes destacados de cada población, de amigos del jefe de servicio, de famosos o famosetes, etc, pueden entrar en las listas de espera con carácter preferente o urgente a pesar de tratarse de enfermedades como las de cientos de personas anónimas que esperan un tiempo más o menos largo, según el hospital o patología. Las habitaciones individuales se reservan para estos "enchufados" o "recomendados". Y eligen médico, entre otras prebendas menores.
Probablemente esta actitud traduzca la forma de ser general en España. El enchufismo abarca todos los aspectos de la vida nacional, y muchas veces se acepta sin gran discusión. Quizás sea el momento de plantearse si queremos seguir así. No es aislado, es algo que forma parte de la renovación que España debe proponerse para no volver a caer en el agujero del que estamos intentando salir, no por culpa de los bancos o los políticos, si no por culpa de nuestros pecados como sociedad foermada por una pléyade de vagos, caraduras y enchufados.
Todos menos yo, claro.
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